Perhaps traditional democratic systems of government are in rude health after all. When a majority of the electorate can see that the prevailing orthodoxy is unsustainable, they ensure that it is no longer sustained. Last weekend, the Argentinian voters decided that the fruit being offered to them by the political elite was so rotten that they may as well upend the entire applecart. They have propelled the economist, showman and libertarian, Javier Milei, into the Presidential office. Milei has not run on a reformist platform, instead he is promising a revolution. He is not offering short-term succour, but a full-blown overhaul of government to alter Argentina’s long-term trajectory. The public have voted for intensive surgery rather than palliative care. His policy agenda makes a Thatcher or Reagan manifesto look like a mere tweak on a spreadsheet. Vast swathes of government departments will be closed, the central bank is to be shuttered and the country may abandon the peso in favour of the US dollar. State spending will be slashed. Milei has hardly made a secret of this – wielding a chainsaw above his head was a frequent feature of his campaign rallies. To try and grasp the scale of Argentina’s woes, you could look at the problems afflicting much of the West and simply dial them up to maximum. If stubborn inflation here has fuelled a cost of living crisis, imagine the impact of prices increasing by nearly 150 per cent every year. We may be swimming in debt, Argentina is drowning it. Our state infrastructure is creaking, inefficient and pitifully wasteful; Argentina’s is in meltdown. Crony capitalism is a blight and affliction on our economy, over there it’s a full-blown cancer. Argentina’s economic plight may be an extreme outlier and Milei may be the first leader in the modern world who properly can be characterised as a libertarian, but he’s part of a global democratic trend in which varieties of popular conservatism are on the rise. These exhibit a wide range of contrasting flavours in different jurisdictions, but there are some common features which are whetting the appetite of electorates almost everywhere.

Quizás, después de todo, los sistemas democráticos tradicionales de gobierno gozan de mala salud. Cuando una mayoría del electorado puede ver que la ortodoxia prevaleciente es insostenible, se asegura de que ya no se sostenga. El fin de semana pasado, los votantes argentinos decidieron que la fruta que les ofrecía la elite política estaba tan podrida que bien podrían derribar todo el carro de manzanas. Han impulsado al economista, showman y libertario Javier Milei a la oficina presidencial. Milei no se ha postulado con una plataforma reformista, sino que promete una revolución. No está ofreciendo ayuda a corto plazo, sino una reforma total del gobierno para alterar la trayectoria de largo plazo de Argentina. El público ha votado a favor de la cirugía intensiva en lugar de los cuidados paliativos. Su agenda política hace que un manifiesto de Thatcher o Reagan parezca un simple ajuste en una hoja de cálculo. Se cerrarán grandes sectores de departamentos gubernamentales, el banco central cerrará y el país podría abandonar el peso en favor del dólar estadounidense. El gasto estatal se reducirá drásticamente. Milei no ha ocultado esto: empuñar una motosierra sobre su cabeza era una característica frecuente de sus mítines de campaña. Para intentar comprender la magnitud de los males de Argentina, se podrían observar los problemas que afligen a gran parte de Occidente y simplemente llevarlos al máximo. Si la persistente inflación aquí ha alimentado una crisis del costo de vida, imaginemos el impacto del aumento de los precios en casi un 150 por ciento cada año.Puede que estemos nadando en deuda, Argentina la está ahogando. Nuestra infraestructura estatal está chirriando, es ineficiente y lamentablemente derrochadora; La Argentina está en crisis. El capitalismo de amigos es una plaga y una aflicción para nuestra economía; allí es un cáncer en toda regla. La difícil situación económica de Argentina puede ser un caso atípico extremo y Milei puede ser el primer líder en el mundo moderno que puede caracterizarse propiamente como libertario, pero es parte de una tendencia democrática global en la que están aumentando las variedades de conservadurismo popular. Estos exhiben una amplia gama de sabores contrastantes en diferentes jurisdicciones, pero hay algunas características comunes que están abriendo el apetito de los electorados en casi todas partes.