In sections of the legacy media, this phenomenon is variously explained as the rise of the far right or by the observation that every nation now possesses its own version of Donald Trump. This is not merely over-simplified, it is wildly inaccurate. The Trump comparisons often amount to little more than noting that a politician exhibits an idiosyncratic hairstyle. What appears to be happening across the democratic world is that social democratic and statist structures – which have been the prevailing norm for decades – have reached breaking point and the electorate is noticing. Central banks have been on a money-printing spree. Taxes have been pushed up to historically high levels and giant hikes in state spending have produced woeful results. Debts and deficits on eye-watering levels have become the norm. We are no longer on an escalator of prosperity on which we can expect to become more affluent with each passing year. Ladle on top of this an ever more yawning gap between the preoccupations of the political elites and the wider population and you have a recipe for radical, unexpected electoral outcomes. Sizable chunks of the population are now latching themselves to mavericks who are broadly supportive of a market economy, deeply sceptical about the ability of a sprawling government system to address economic and social concerns and are focused on the key tasks that the state surely should be able to manage – such as the control of borders. A vast majority of modern electorates are disillusioned and a significant chunk are angry. Raging against the machine – rather than promising to be a well-behaved and compliant part of it – is now the route to electoral success. But what makes Milei so exciting and different is that he has gone far beyond merely acting as a repository of fury and disenchantment. He actually has an intellectually coherent programme. He references economists such as Milton Friedman and Ludwig von Mises in mainstream media interviews. He waxes lyrical about “internalising externalities” – and people listen. He eschews the easy road of simply blaming his opponents for incompetence and mismanagement, rather he explains how the present systems are unmanageable whoever is in charge. None of this means he is certain or even likely to succeed. His party has limited representation in the legislature and the range of vested interests ranged against him are awesome. He may only be able to deliver a subset of his stated programme for change – and it’s not clear how big a subset this will be. It is certainly easy to imagine he could fail. But irrespective of how his government pans out, Milei’s victory marks a truly significant moment in the rise of pro-market, popular conservatism. This is the point at which the rise of the new radicals are no longer just shouting abuse at the status quo, but are able to put forward a compelling and consistent counter-narrative. If he is even moderately successful, his recipe for renewal will rapidly spread beyond Argentina’s borders. Politics abhors a vacuum even more than nature does – and an appetite for change is widespread. This may be a new political credo cooked up in South America, but it would be no surprise if this free market, anti-statist option is available soon on ballot papers across the Western world.

En sectores de los medios tradicionales, este fenómeno se explica de diversas maneras como el ascenso de la extrema derecha o por la observación de que cada nación posee ahora su propia versión de Donald Trump. Esto no es simplemente demasiado simplificado, sino tremendamente inexacto. Las comparaciones con Trump a menudo equivalen a poco más que señalar que un político exhibe un peinado idiosincrásico. Lo que parece estar sucediendo en todo el mundo democrático es que las estructuras socialdemócratas y estatistas –que han sido la norma predominante durante décadas– han llegado a un punto de ruptura y el electorado se está dando cuenta. Los bancos centrales han estado imprimiendo dinero de forma frenética. Los impuestos han aumentado a niveles históricamente altos y los gigantescos aumentos en el gasto estatal han producido resultados lamentables. Las deudas y los déficits a niveles vertiginosos se han convertido en la norma. Ya no estamos en una escalera mecánica de prosperidad en la que podemos esperar volvernos más prósperos cada año que pasa. Si a esto le sumamos una brecha cada vez mayor entre las preocupaciones de las elites políticas y la población en general, tendremos una receta para resultados electorales radicales e inesperados. Grandes sectores de la población ahora se están aferrando a los inconformistas que apoyan ampliamente una economía de mercado, profundamente escépticos sobre la capacidad de un sistema gubernamental en expansión para abordar las preocupaciones económicas y sociales y que están centrados en las tareas clave que el Estado seguramente debería ser capaz de realizar. gestionar, como el control de las fronteras.Una gran mayoría de electorados modernos están desilusionados y una parte significativa está enojada. Enfurecerse contra la máquina –en lugar de prometer ser una parte obediente y de buen comportamiento de ella– es ahora el camino hacia el éxito electoral. Pero lo que hace que Milei sea tan emocionante y diferente es que ha ido mucho más allá de simplemente actuar como un depósito de furia y desencanto. De hecho, tiene un programa intelectualmente coherente. Hace referencia a economistas como Milton Friedman y Ludwig von Mises en entrevistas con los principales medios de comunicación. Habla líricamente de “internalizar las externalidades”, y la gente escucha. Evita el camino fácil de simplemente culpar a sus oponentes por su incompetencia y mala gestión, y más bien explica cómo los sistemas actuales son inmanejables, independientemente de quién esté a cargo. Nada de esto significa que esté seguro o siquiera probable que tenga éxito. Su partido tiene una representación limitada en la legislatura y la variedad de intereses creados en su contra es asombrosa. Es posible que sólo pueda cumplir un subconjunto de su programa de cambio declarado, y no está claro qué tan grande será ese subconjunto. Ciertamente es fácil imaginar que podría fracasar. Pero independientemente de cómo resulte su gobierno, la victoria de Milei marca un momento verdaderamente significativo en el ascenso del conservadurismo popular pro mercado.Este es el punto en el que el ascenso de los nuevos radicales ya no se limita a gritar insultos contra el statu quo, sino que es capaz de presentar una contranarrativa convincente y coherente. Si logra un éxito aunque sea moderado, su receta de renovación se extenderá rápidamente más allá de las fronteras de Argentina. La política aborrece el vacío incluso más que la naturaleza, y el apetito por el cambio está generalizado. Este puede ser un nuevo credo político ideado en América del Sur, pero no sería una sorpresa que esta opción antiestatista y de libre mercado esté pronto disponible en las papeletas electorales de todo el mundo occidental.