One of the incontrovertible hallmarks of a free society is a free press, one which prints without fear or favour, that keeps the powerful honest and informs public debate. The British press has been free of licensing by the crown since 1695, free of a secretary of state issuing warrant against authors or papers they accuse of libel since 1870. It is one of Britain’s essential freedoms, a central plank of what defines us. In a capitalist economy, such freedom has long been seen as compatible with private foreign citizens owning important newspapers or other media, not just in Britain but also other countries. This newspaper was once owned by a Canadian citizen and international investment is common in the media. But there has not, so far, been a case of a major Western media outlet being controlled by a foreign state, let alone one which, while an important military ally and trading partner, is not a democracy and does not uphold free speech. As readers will be aware, this newspaper could find itself in such a position if a proposed sale to RedBird IMI were to proceed. The proposed acquirer is a joint venture between a US private equity firm and the Emirati royal family’s media vehicle, International Media Investments, with the majority of the funds being provided by the latter. There is little distinction between members of the ruling family and the state itself in the UAE, and thus the proposed takeover is of a different nature to previous cases of foreign ownership. It is certainly a distinction worthy of debate, one that goes to the heart of whether the sale of the Telegraph would maintain the integrity of our media and political culture. Would this kind of deal be permitted in the United States? Or in any other democracy? These are important questions which deserve close consideration.

Una de las características indiscutibles de una sociedad libre es una prensa libre, que imprime sin miedo ni favoritismo, que mantiene a los poderosos honestos e informa el debate público. La prensa británica ha estado libre de licencias de la corona desde 1695, libre de un secretario de Estado que emite órdenes judiciales contra autores o periódicos a los que acusan de difamación desde 1870. Es una de las libertades esenciales de Gran Bretaña, un pilar central de lo que nos define. En una economía capitalista, esa libertad se ha considerado desde hace mucho tiempo compatible con que ciudadanos extranjeros privados sean propietarios de periódicos u otros medios importantes, no sólo en Gran Bretaña sino también en otros países. Este periódico alguna vez fue propiedad de un ciudadano canadiense y la inversión internacional es común en los medios. Pero hasta ahora no ha habido ningún caso de que un importante medio de comunicación occidental esté controlado por un Estado extranjero, y mucho menos uno que, si bien es un importante aliado militar y socio comercial, no es una democracia y no defiende la libertad de expresión. Como sabrán los lectores, este periódico podría encontrarse en esa posición si se llevara a cabo una propuesta de venta a RedBird IMI. El adquirente propuesto es una empresa conjunta entre una firma de capital privado estadounidense y el vehículo mediático de la familia real emiratí, International Media Investments, y la mayoría de los fondos serán proporcionados por este último.Hay poca distinción entre los miembros de la familia gobernante y el propio Estado en los Emiratos Árabes Unidos y, por lo tanto, la adquisición propuesta es de naturaleza diferente a los casos anteriores de propiedad extranjera. Sin duda, es una distinción digna de debate, que va al meollo de si la venta del Telegraph mantendría la integridad de nuestros medios y nuestra cultura política. ¿Se permitiría este tipo de acuerdo en Estados Unidos? ¿O en cualquier otra democracia? Éstas son cuestiones importantes que merecen una cuidadosa consideración.