Somehow we have arrived at a place that the West never expected to inhabit. A generation after the collapse of the most powerful totalitarian regime in modern history, the “free world” has apparently lost its grip on the relationship between moral values and political decisions which was once its greatest strength. The idea had seemed to win out against all the odds: that a government could uphold fundamental first principles of justice, liberty and the authority of the law while still responding realistically to changes in popular opinion and social conditions. This was a truly miraculous understanding of the relationship between morality and politics and, difficult as it might have been to manage, it seemed to deliver the life most people wanted. It’s hard to believe but we might be witnessing the end of it.

De alguna manera hemos llegado a un lugar que Occidente nunca esperó habitar. Una generación después del colapso del régimen totalitario más poderoso de la historia moderna, el “mundo libre” aparentemente ha perdido el control de la relación entre los valores morales y las decisiones políticas que alguna vez fue su mayor fortaleza. La idea parecía ganar contra todos los pronósticos: que un gobierno podía defender los primeros principios fundamentales de justicia, libertad y autoridad de la ley y al mismo tiempo responder de manera realista a los cambios en la opinión popular y las condiciones sociales. Esta fue una comprensión verdaderamente milagrosa de la relación entre moralidad y política y, por difícil que haya sido de lograr, pareció brindar la vida que la mayoría de la gente deseaba. Es difícil de creer, pero es posible que estemos presenciando su fin.