A kindergarten class voting for extra ‘break time’ perhaps? Or a crowded pub voting for free beer? There are probably more foregone conclusions we could all think of if we put our minds to it. And yet when the Welsh government assembled a group of “experts”, consisting of senior public servants, to consider the weighty issue of whether they should all work four days instead five for the same amount, or even more, money, it was hardly a huge surprise that, after carefully considering all the evidence, they decided that on balance it was a great idea. Even the normally lethal point that it might be “racist” – because four-day weeks might discriminate against “frontline” public sector workers more likely to be from ethnic minorities – couldn’t deter them. In reality, the UK’s already pampered and over-privileged public sector elite is drifting inexorably towards taking Fridays off permanently, and given the vast size of the state has reached as a share of the economy, that will destroy any prospect of economic growth. With its growing reputation as a laboratory for batty Left-wing ideas, it was always likely to be Wales that took the lead on moving towards a four-day week. Under the leadership of Reg Kilpatrick, who has spent over 25 years working in different roles for the administration in Cardiff, it formed the Workforce Partnership Council to consider whether the country should switch to a four-day week.

¿Quizás una clase de jardín de infantes votando por un “tiempo de descanso” adicional? ¿O un pub lleno de gente votando por cerveza gratis? Probablemente haya más conclusiones inevitables en las que todos podríamos pensar si nos lo proponemos. Y, sin embargo, cuando el gobierno galés reunió a un grupo de “expertos”, formado por altos funcionarios públicos, para considerar la importante cuestión de si todos deberían trabajar cuatro días en lugar de cinco por la misma cantidad de dinero, o incluso más, no fue una decisión fácil. Fue una gran sorpresa que, después de considerar cuidadosamente toda la evidencia, decidieran que, en general, era una gran idea. Ni siquiera el argumento normalmente letal de que podría ser “racista” –porque las semanas de cuatro días podrían discriminar a los trabajadores “de primera línea” del sector público que probablemente pertenezcan a minorías étnicas– pudo disuadirlos. En realidad, la ya mimada y privilegiada élite del sector público del Reino Unido se está inclinando inexorablemente hacia la decisión de tomarse los viernes libres de forma permanente, y dado el enorme tamaño que ha alcanzado el Estado como porcentaje de la economía, eso destruirá cualquier perspectiva de crecimiento económico. Con su creciente reputación como laboratorio de ideas descabelladas de izquierda, siempre fue probable que fuera Gales quien tomara la iniciativa para avanzar hacia una semana de cuatro días.Bajo el liderazgo de Reg Kilpatrick, quien ha pasado más de 25 años trabajando en diferentes roles para la administración en Cardiff, formó el Workforce Partnership Council para considerar si el país debería cambiar a una semana de cuatro días.