Inglese

Starting in the 1990s, climate change has become a fixation for rich country politicians and elites. It emerged as the world had just seen the end of the Cold War. There was relative peace and trust across the world, broad economic growth, and swift progress being made against poverty. In the capitals of Europe in particular, it felt like most of the planet’s big problems were fixed, so climate change was the final frontier. These proponents of climate action advocated with relish the goal of ending reliance on the very fossil fuels that had powered two centuries of astonishing growth. Sure, this would cost hundreds of trillions of dollars, but there would always be more growth. What a naïve, narrow-minded world view. Time has not been kind to the foolish idea that climate change was humanity’s sole remaining problem – or that the planet would unite to solve it. Geopolitics and economics mean a rapid global transition from fossil fuels is impossible. As has long been clear for many, the majority of the world never shared this myopic focus on climate change. Despite immense progress, in some countries life remains a battle against poverty, hunger, and disease. In many more countries including India, the top priority is to create more jobs and life-changing growth and development. Outside the most advanced economies, climate change has understandably always been a relatively low voter priority. Leaders from Europe and the United States talk up “net zero” as though it has global support. But this unity is quickly revealed as a mirage. For one thing, the destabilizing axis of Russia, Iran and North Korea are not about to support western efforts to solve climate change. Indeed, according to McKinsey, achieving the net-zero target would require Russian climate policies costing $273 billion every year – around three-times what Russia spent on its military last year. That won’t happen. The geopolitical challenges run even deeper. China’s growth has relied on burning ever more coal. It is the world’s preeminent greenhouse gas emitter, with the largest increase of any nation last year. Renewable energy made 40 per cent of China’s primary energy in 1971, reducing to 7 per cent by 2011 as it ramped up coal use. Since then, renewables have inched up to 10 per cent. Strong climate action could cost China nearly a trillion dollars annually, hurting its journey toward becoming a rich nation. The reality is that most of the world – including powerhouse India and emerging economies – will continue to focus on becoming richer, often with fossil fuels. Russia and its ilk will ignore the fixation on climate change altogether. And China will make money from selling the West solar panels and electric cars, while only modestly curbing its own emissions.

Spagnolo

A partir de la década de 1990, el cambio climático se ha convertido en una fijación para los políticos y las elites de los países ricos. Surgió cuando el mundo acababa de presenciar el fin de la Guerra Fría. Había relativa paz y confianza en todo el mundo, amplio crecimiento económico y rápidos avances contra la pobreza. En las capitales de Europa en particular, parecía que la mayoría de los grandes problemas del planeta estaban solucionados, por lo que el cambio climático era la última frontera. Estos defensores de la acción climática defendieron con entusiasmo el objetivo de poner fin a la dependencia de los mismos combustibles fósiles que habían impulsado dos siglos de asombroso crecimiento. Claro, esto costaría cientos de billones de dólares, pero siempre habría más crecimiento. ¡Qué visión del mundo tan ingenua y tan estrecha de miras! El tiempo no ha sido amable con la tonta idea de que el cambio climático era el único problema que le quedaba a la humanidad o que el planeta se uniría para resolverlo. La geopolítica y la economía significan que una rápida transición global desde los combustibles fósiles es imposible. Como ha quedado claro para muchos desde hace mucho tiempo, la mayoría del mundo nunca compartió este enfoque miope sobre el cambio climático. A pesar de los inmensos avances, en algunos países la vida sigue siendo una batalla contra la pobreza, el hambre y las enfermedades. En muchos más países, incluida la India, la principal prioridad es crear más empleos y un crecimiento y desarrollo que cambie vidas. Fuera de las economías más avanzadas, es comprensible que el cambio climático siempre haya sido una prioridad de los votantes relativamente baja.Los líderes de Europa y Estados Unidos hablan del “cero neto” como si tuviera apoyo global. Pero esta unidad rápidamente se revela como un espejismo. Por un lado, el eje desestabilizador de Rusia, Irán y Corea del Norte no están dispuestos a apoyar los esfuerzos occidentales para resolver el cambio climático. De hecho, según McKinsey, lograr el objetivo de cero emisiones netas requeriría políticas climáticas rusas que cuesten 273 mil millones de dólares cada año, alrededor de tres veces lo que Rusia gastó en su ejército el año pasado. Eso no sucederá. Los desafíos geopolíticos son aún más profundos. El crecimiento de China se ha basado en quemar cada vez más carbón. Es el principal emisor de gases de efecto invernadero del mundo, con el mayor aumento de cualquier nación el año pasado. La energía renovable constituía el 40 por ciento de la energía primaria de China en 1971, reduciéndose al 7 por ciento en 2011 a medida que aumentaba el uso del carbón. Desde entonces, las energías renovables han aumentado lentamente hasta el 10 por ciento. Una acción climática firme podría costarle a China casi un billón de dólares al año, perjudicando su camino hacia convertirse en una nación rica. La realidad es que la mayor parte del mundo –incluida la potencia India y las economías emergentes– seguirá enfocándose en enriquecerse, a menudo con combustibles fósiles. Rusia y los de su calaña ignorarán por completo la obsesión por el cambio climático. Y China ganará dinero vendiendo paneles solares y automóviles eléctricos a Occidente, al tiempo que limitará sólo modestamente sus propias emisiones.

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