As rich countries irresponsibly attempt to export the cost of climate policy to poor countries through carbon adjustment taxes, they will drive a further wedge into an already fractured world. Meanwhile, despite all the hype, wealthy countries have ever less money left for the climate fight. Annual growth per person among rich countries declined from 4 per cent in the 1960s to 2 per cent in the 1990s. It now hovers just above one percent. Many of these countries face pressure to spend more on defense, healthcare and infrastructure, as geopolitical pressures and changing demographics make their pathway to stability and growth far less certain. Yet, across Europe and North America, single-minded zealots who were born of a world of relative calm of the 1990s continue to push for deindustrialization and immiseration to tackle climate change – including for the world’s emerging economies. This attempt is doomed to failure, not least because carbon reductions need to be sustained across decades and through shifting majorities. The economics of strong climate action was always deficient – and today this is blatantly obvious. More politicians are realizing what former UK energy and net-zero secretary Claire Coutinho acknowledged: “you cannot heap costs onto struggling families to meet climate targets.” Already in Europe, voters are turning on politicians who have argued for less growth and prosperity in the name of climate change. With six to seven election cycles before mid-century, strong climate policies that could cost each person in the rich world more than ten thousand dollars a year are doomed. These policies will make it more likely that voters turn to populist, nationalist leaders that will entirely abandon expensive net zero targets. Then, climate policy will be in tatters. The world needs a better way forward. The best solution is not to push people to be worse off by forcing a premature transition from fossil fuels to inadequate green alternatives. Instead, we should ramp up investments in green innovation, eventually driving down the cost of clean energy to be cheaper than fossil fuels. This is much cheaper and will allow everyone, including India and other emerging economies, to want to make the shift. Rich countries need to wake up and stop hemorrhaging trillions in self-inflicted climate policies that will be followed by few, laughed at by many, and will mainly make China rich. Spending a small fraction of the climate trillions on green innovation would fix climate change. This will allow us to focus the rest of our resources on education, defense, health care and the many other, important challenges in the 21st century.

A medida que los países ricos intenten irresponsablemente exportar el costo de la política climática a los países pobres a través de impuestos de ajuste de carbono, abrirán una brecha aún mayor en un mundo ya fracturado. Mientras tanto, a pesar de todo el revuelo, a los países ricos cada vez les queda menos dinero para la lucha climática. El crecimiento anual por persona entre los países ricos disminuyó del 4 por ciento en los años 1960 al 2 por ciento en los años 1990. Ahora ronda apenas el uno por ciento. Muchos de estos países enfrentan presiones para gastar más en defensa, atención médica e infraestructura, a medida que las presiones geopolíticas y los cambios demográficos hacen que su camino hacia la estabilidad y el crecimiento sea mucho más incierto. Sin embargo, en toda Europa y América del Norte, fanáticos decididos que nacieron en un mundo de relativa calma en la década de 1990 continúan presionando por la desindustrialización y la miseria para abordar el cambio climático, incluso en las economías emergentes del mundo. Este intento está condenado al fracaso, sobre todo porque las reducciones de carbono deben mantenerse a lo largo de décadas y a través de mayorías cambiantes. La economía de una acción climática firme siempre fue deficiente, y hoy esto es descaradamente obvio.Cada vez más políticos se están dando cuenta de lo que reconoció la exsecretaria de energía y emisiones netas cero del Reino Unido, Claire Coutinho: “no se pueden cargar costos a familias en dificultades para cumplir los objetivos climáticos”. Ya en Europa, los votantes se están volviendo contra los políticos que han abogado por un menor crecimiento y prosperidad en nombre del cambio climático. Con seis o siete ciclos electorales antes de mediados de siglo, las políticas climáticas fuertes que podrían costarle a cada persona en el mundo rico más de diez mil dólares al año están condenadas al fracaso. Estas políticas harán que sea más probable que los votantes recurran a líderes populistas y nacionalistas que abandonarán por completo los costosos objetivos netos cero. Entonces, la política climática quedará hecha jirones. El mundo necesita una mejor manera de avanzar. La mejor solución no es empujar a la gente a empeorar su situación forzando una transición prematura de los combustibles fósiles a alternativas verdes inadecuadas. En cambio, deberíamos aumentar las inversiones en innovación verde, lo que eventualmente reduciría el costo de la energía limpia para que sea más barata que los combustibles fósiles. Esto es mucho más barato y permitirá que todos, incluida la India y otras economías emergentes, quieran hacer el cambio. Los países ricos deben despertar y dejar de derramar billones en políticas climáticas autoinfligidas que serán seguidas por unos pocos, de las que muchos se reirán y que principalmente enriquecerán a China. Gastar una pequeña fracción de los billones climáticos en innovación verde solucionaría el cambio climático.Esto nos permitirá centrar el resto de nuestros recursos en la educación, la defensa, la atención sanitaria y muchos otros desafíos importantes del siglo XXI.