Those in President Biden’s entourage who persuaded him to hold that TV election debate with Donald Trump in June, months before such a thing was required, are unsung geniuses. By revealing to the world that their principal was not up to another four years in the Oval Office, they fooled Trump into thinking that he had won already. His triumphant party convention in July proceeded on the false premise that Biden, no matter how enfeebled, would be the Democratic nominee. Days after it, the Democrats had Biden out. Trump’s selling point had been that he could stop Biden. Now the Democrats had done the job for him, making him seem semi-redundant (and suddenly old). I admit that I may be wrong about the cunning of Biden’s advisers. It is possible they had fooled themselves that the president would be all right on the night and did not plot against him. If so, they fell far below the normally high standards of American political guile. But, in terms of the consequences, it matters not, as lawyers like to say. The wind has suddenly dropped from Trump’s sails. What now confronts the greatest negative campaigner in American political history? Kamala Harris. She is a problem for him. On the basis of her acceptance speech in Chicago on Thursday night, I would say she is placing herself well, and I write that as someone who had never before noticed anything much to be said in her favour.

Aquellos en el entorno del presidente Biden que lo persuadieron de celebrar ese debate electoral televisivo con Donald Trump en junio, meses antes de que tal cosa fuera necesaria, son genios anónimos. Al revelar al mundo que su director no estaría hasta otros cuatro años en la Oficina Oval, engañaron a Trump haciéndole creer que ya había ganado. Su triunfante convención del partido en julio se basó en la falsa premisa de que Biden, por debilitado que estuviera, sería el candidato demócrata. Días después, los demócratas sacaron a Biden. El argumento de Trump había sido que podía detener a Biden. Ahora los demócratas habían hecho el trabajo por él, haciéndolo parecer medio redundante (y repentinamente viejo). Admito que puedo estar equivocado acerca de la astucia de los asesores de Biden. Es posible que se hubieran engañado pensando que el presidente estaría bien esa noche y no conspiraran contra él. De ser así, quedaron muy por debajo de los estándares normalmente altos de la astucia política estadounidense. Pero en términos de consecuencias, eso no importa, como les gusta decir a los abogados. De repente, el viento ha cesado en las velas de Trump. ¿A qué se enfrenta ahora el mayor activista negativo de la historia política estadounidense? Kamala Harris. Ella es un problema para él. Sobre la base de su discurso de aceptación en Chicago el jueves por la noche, diría que se está posicionando bien, y lo escribo como alguien que nunca antes había notado mucho que decir a su favor.