Since I wrote about using Mounjaro, the so-called “miracle” weight-loss jab, to ward off Type 2 diabetes and other ailments, hundreds of readers have sidled up to me. “How much have you lost?” they whisper. “Should I try it?”, others demand, patting their kangaroo pouch (a literal hang-over from the menopause in women or too much beer in the menfolk). Yes, I reply, without hesitation. After just over eight weeks on fatty’s little helper, I have lost 18lbs. Despite the fact I haven’t got a single item of clothing that fits me – loose is so much better than tight – I am ridiculously pleased with myself. Whatever the sneers about “quick fixes” – how about exercising personal responsibility, Lazybones? – it takes a lot of effort and a complete change in the way that you eat. A suppressed appetite is all that the drug bestows; the rest is up to you. An addiction to rewarding myself with sweet things which dates back to a bumpy, uprooted childhood, and an alcoholic father who had three sugars in his tea, is under control. My diet is high in protein and other nutritious foods with the odd glass of wine. What a relief to finally be freed from my abusive, co-dependent relationship with the Cookie Monster. What about those side-effects everyone bangs on about? Well, my far-too-big leggings did slither down unexpectedly the other morning, giving the high street an unwanted flash of a newly-shrunken bottom (“Ozempic butt” is the popular term for the sagging or flattening of the buttocks that can occur after taking weight-loss drugs. My derrière was never of Kardashian proportions in the first place). Because I have stayed for two months on the lowest possible dose of Mounjaro, and plan to continue for another four weeks, I haven’t experienced any of the nausea or diarrhoea that those who are impatient to move up to the higher levels report. A weight loss averaging between 1lbs and 2 lbs a week feels like plenty. I don’t want to be greedy (greed, after all, is something I’m trying to unlearn). There have been a couple of weeks when the scales didn’t move at all. I felt dejected until I realised that changes I could observe in the mirror were far more significant: “Hello, waist! Lovely to have you back.”

Desde que escribí sobre el uso de Mounjaro, el llamado golpe “milagroso” para bajar de peso, para prevenir la diabetes tipo 2 y otras dolencias, cientos de lectores se han acercado sigilosamente a mí. "¿Cuánto has perdido?" susurran. “¿Debería intentarlo?”, preguntan otros, dándose palmaditas en su bolsa canguro (literalmente una resaca de la menopausia en las mujeres o de demasiada cerveza en los hombres). Sí, respondo, sin dudarlo. Después de poco más de ocho semanas con el pequeño ayudante de Fat, he perdido 18 libras. A pesar de que no tengo ni una sola prenda de vestir que me quede bien (lo suelto es mucho mejor que lo ajustado), estoy ridículamente satisfecho conmigo mismo. Cualesquiera que sean las burlas sobre las “soluciones rápidas”, ¿qué tal si ejercitamos la responsabilidad personal, vagos? – Requiere mucho esfuerzo y un cambio completo en la forma de comer. Un apetito suprimido es todo lo que otorga la droga; el resto depende de ti. Una adicción a recompensarme con cosas dulces que se remonta a una infancia agitada y desarraigada, y a un padre alcohólico que comía tres azúcares en su té, está bajo control. Mi dieta es rica en proteínas y otros alimentos nutritivos con alguna que otra copa de vino. Qué alivio poder finalmente liberarme de mi relación abusiva y codependiente con el Monstruo de las Galletas. ¿Qué pasa con esos efectos secundarios de los que todo el mundo habla?Bueno, mis calzas demasiado grandes se deslizaron inesperadamente hacia abajo la otra mañana, dando a la calle un destello no deseado de un trasero recién encogido ("trasero Ozempic" es el término popular para la flacidez o aplanamiento de las nalgas que puede ocurrir después de tomar medicamentos para bajar de peso, para empezar, mi trasero nunca tuvo proporciones Kardashian). Debido a que he permanecido durante dos meses con la dosis más baja posible de Mounjaro y planeo continuar durante otras cuatro semanas, no he experimentado ninguna de las náuseas o diarrea que reportan aquellos que están impacientes por pasar a los niveles más altos. Una pérdida de peso promedio de entre 1 libra y 2 libras por semana parece suficiente. No quiero ser codicioso (la codicia, después de todo, es algo que estoy tratando de desaprender). Ha habido un par de semanas en las que la balanza no se ha movido en absoluto. Me sentí abatida hasta que me di cuenta de que los cambios que podía observar en el espejo eran mucho más significativos: “¡Hola, cintura! Encantado de tenerte de vuelta”.