“We just don’t know at the moment. Most people are happy that at least they will have five years.” If the software updates stop, he says it would still be a car, but “you’d just lose all of its digital capabilities”. Yet many owners, who have seen the value of their vehicles plummet by as much as £60,000, aren’t sticking around to find out. ‘No one would insure the car’ Eric Jorgensen, who returned his Fisker Ocean in August, says the car always felt “unfinished”, as though the manufacturer had rushed it on to the market before it was ready. On hearing news of the bankruptcy, he anticipated that it was likely to affect the running of the car further down the line and promptly returned it to Santander, which organised the lease. “It had its foibles but the car was driveable so I tolerated them,” he says. “But then they went Chapter 11 [bankruptcy] and ironically that weekend the air conditioning broke on the driver’s side. “I took a video of it and sent it through to Fisker almost knowing that they wouldn’t be able to fix it. After a couple of attempts of them not getting back to me, I contacted Santander. In the end they took the car back.”

“Simplemente no lo sabemos por el momento. La mayoría de la gente está contenta de que al menos tendrán cinco años”. Si las actualizaciones de software se detienen, dice que seguirá siendo un automóvil, pero "perderá todas sus capacidades digitales". Sin embargo, muchos propietarios, que han visto caer el valor de sus vehículos hasta en £60,000, no se quedan para averiguarlo. 'Nadie aseguraría el coche' Eric Jorgensen, que devolvió su Fisker Ocean en agosto, dice que el coche siempre se sintió "inacabado", como si el fabricante lo hubiera lanzado al mercado antes de que estuviera listo. Al conocer la noticia de la quiebra, anticipó que probablemente afectaría al funcionamiento del coche en el futuro y rápidamente lo devolvió al Santander, que organizó el arrendamiento. "Tenía sus debilidades, pero el coche se podía conducir, así que las toleré", dice. “Pero luego se acogieron al Capítulo 11 [de bancarrota] e, irónicamente, ese fin de semana el aire acondicionado se rompió del lado del conductor. “Tomé un video y se lo envié a Fisker casi sabiendo que no podrían arreglarlo. Después de un par de intentos de que no me respondieran, contacté con Santander. Al final se llevaron el coche”.