He played cinema’s ur-vampire so indelibly that no wonder it felt like typecasting. The entire fame of the German actor Max Schreck rests on Nosferatu (1922), FW Murnau’s bootleg silent adaptation of Dracula – indeed, few would succeed in naming a single one of Schreck’s many other film credits. He was certainly unrecognisable in any other part. This was thanks to a uniquely unsettling make-up job, converting Schreck not into Bram Stoker’s urbane, seductive Count Dracula, but into the ghastly, feral, hunched, cadaverous and wide-eyed Count Orlok. Stoker’s widow sued Murnau for copyright infringement when it came to the story – but in terms of characterisation, what Schreck and his director brought to the screen was anything but plagiarised. There’s something far more animal than human about Orlok. “He must be the strangest and most hideous leading man in all cinema,” said the critic Kevin Jackson in his book Constellation of Genius, about the flourishing of modernism in 1922. “He is utterly scary and devastatingly sad at the same time,” adds the Italian critic Cristina Massaccesi, author of a 2015 Nosferatu study. Bizarrely, no one was willing to credit Schreck for creating the character: they simply couldn’t believe he was acting at all. During and long after the shoot, everyone was driven to wonder, with a shudder: might Schreck have been an actual vampire, whom Murnau brought back for the purposes of filming after a visit to the Carpathians?

Interpretó al vampiro del cine de manera tan indeleble que no es de extrañar que pareciera un encasillamiento. Toda la fama del actor alemán Max Schreck se basa en Nosferatu (1922), la adaptación muda ilegal de Drácula de FW Murnau; de hecho, pocos lograrían nombrar uno solo de los muchos otros créditos cinematográficos de Schreck. Ciertamente estaba irreconocible en cualquier otra parte. Esto fue gracias a un trabajo de maquillaje singularmente inquietante, que convirtió a Schreck no en el urbano y seductor Conde Drácula de Bram Stoker, sino en el espantoso, salvaje, encorvado, cadavérico y con los ojos muy abiertos el Conde Orlok. La viuda de Stoker demandó a Murnau por infracción de derechos de autor en lo que respecta a la historia, pero en términos de caracterización, lo que Schreck y su director llevaron a la pantalla fue todo menos plagio. Hay algo mucho más animal que humano en Orlok. “Debe ser el protagonista más extraño y espantoso de todo el cine”, dijo el crítico Kevin Jackson en su libro Constellation of Genius, sobre el florecimiento del modernismo en 1922. “Es absolutamente aterrador y devastadoramente triste al mismo tiempo”. añade la crítica italiana Cristina Massaccesi, autora de un estudio de Nosferatu de 2015. Curiosamente, nadie estaba dispuesto a darle crédito a Schreck por crear el personaje: simplemente no podían creer que estuviera actuando en absoluto.Durante y mucho después del rodaje, todo el mundo se preguntó, con un escalofrío: ¿podría Schreck haber sido un verdadero vampiro, a quien Murnau trajo para filmar después de una visita a los Cárpatos?