Don’t count on it. Had Trudeau done the right thing and resigned a few years ago, or even a few months ago, the small possibility of a political recovery existed. It’s far too late to save his party and government. Yes, the Liberals will likely do slightly better than the meagre 16 per cent that a recent Angus Reid Institute poll showed them at. The political winds often shift in different directions during the course of an election campaign. Then again, they could theoretically do worse if Canadian voters want to punish them even further at the ballot box. Trudeau’s departure doesn’t change the fact that the same old tax-and-spend Liberals are tainted with his political stench. Removing his foul odour from the party apparatus won’t make them smell any sweeter. Even if the Liberals ultimately choose a political novice and outsider like Mark Carney, a former Bank of England governor and Bank of Canada governor, to be Trudeau’s successor, it’s not going to lead to a sudden surge in popular support. Most Canadians aren’t going to be fooled by this very late shift in Liberal leadership. They’re grown tired of the languishing Liberal record of mediocrity and misery. And they’re more than ready to give Poilievre a chance to fix the country’s dwindling political and economic fortunes. The end is nigh for Justin Trudeau, and Canada’s future is looking a touch brighter.

No cuentes con ello. Si Trudeau hubiera hecho lo correcto y hubiera dimitido hace unos años, o incluso hace unos meses, existía una pequeña posibilidad de recuperación política. Es demasiado tarde para salvar a su partido y a su gobierno. Sí, es probable que a los liberales les vaya ligeramente mejor que el magro 16 por ciento que les mostró una encuesta reciente del Instituto Angus Reid. Los vientos políticos a menudo cambian en diferentes direcciones durante el transcurso de una campaña electoral. Por otra parte, en teoría les podría ir peor si los votantes canadienses quisieran castigarlos aún más en las urnas. La salida de Trudeau no cambia el hecho de que los mismos liberales de siempre, que imponen impuestos y gastan, están contaminados por su hedor político. Quitar su mal olor del aparato del partido no hará que huelan más dulcemente. Incluso si los liberales finalmente eligen a un novato político y outsider como Mark Carney, ex gobernador del Banco de Inglaterra y gobernador del Banco de Canadá, como sucesor de Trudeau, eso no conducirá a un aumento repentino del apoyo popular. La mayoría de los canadienses no se dejarán engañar por este cambio tan tardío en el liderazgo liberal. Están cansados ​​del languideciente historial liberal de mediocridad y miseria. Y están más que dispuestos a darle a Poilievre la oportunidad de arreglar la menguante suerte política y económica del país. El fin está cerca para Justin Trudeau y el futuro de Canadá parece un poco más brillante.