“Perhaps they told themselves that the branding would hover playfully between ‘we are good at our job’ and ‘we are good people’, but the accompanying piety seems to have eliminated useful ambiguity from the start,” she writes. Instead of actually being a good business, then, TGLA concentrated primarily on being “Good” – as Stock puts it – “with a luminous capital G, putting the gospel of diversity and inclusion into practice.” But by paying Shukla and Kingsford to be the gatekeepers of what is perceived as ‘good’ was possibly not the prism through which public money should have been allocated. “Calling a business ‘The Good Literary Agency’ [was] a strategy surely so hubristic that they were bound to come a cropper eventually,” said Stock. Ask Arts Council England, though, about the demise of TGLA and they maintain that almost £1.3 million was money well-spent, even if the agency itself is no more. “The Good Literary Agency has made a valuable contribution to the cultural sector, platforming under-represented voices in the publishing world, and ensuring that talented individuals from a range of backgrounds receive the training and support to become literary agents,” a spokesperson told us. That much is true: in the past seven years, TGLA has represented more than 200 authors and developed publishing deals for over 100 – some of whom, such as Alex Wheatle and Saima Mir, have not only featured in the pages of The Telegraph but in some cases written for the paper too. Arts Council England also points out that TGLA sent six agents into the mainstream publishing industry, one of whom has been shortlisted for Literary Agent of the Year. “The impact of these significant achievements will be felt across the sector, and by the public, for many years to come,” said the spokesperson.

"Tal vez se dijeron a sí mismos que la marca se desplazaría juguetonamente entre" Somos buenos en nuestro trabajo "y" Somos buenas personas ", pero la piedad acompañante parece haber eliminado la ambigüedad útil desde el principio", escribe. En lugar de ser un buen negocio, entonces, TGLA se concentró principalmente en ser "bueno", como lo expresan Stock, "con un capital luminoso G, poniendo en práctica el evangelio de la diversidad y la inclusión". Pero al pagar a Shukla y Kingsford para ser los guardianes de lo que se percibe como "bueno", posiblemente no fue el prisma a través del cual debería haberse asignado el dinero público. "Llamar a un negocio" la buena agencia literaria "[era] una estrategia seguramente tan tubrística que estaban obligados a ser un cultivador finalmente", dijo Stock. Sin embargo, pregunte al Consejo de Artes de Inglaterra sobre la desaparición de TGLA y sostienen que casi £ 1.3 millones eran dinero bien gastado, incluso si la agencia en sí no ya no existe. "La buena agencia literaria ha hecho una valiosa contribución al sector cultural, plataforma de voces subrepresentadas en el mundo editorial y garantiza que las personas talentosas de una variedad de orígenes reciban la capacitación y el apoyo para convertirse en agentes literarios", nos dijo un portavoz de nosotros. .Eso es cierto: en los últimos siete años, TGLA ha representado a más de 200 autores y ha desarrollado acuerdos de publicación para más de 100, algunos de los cuales, como Alex Wheatle y Saima Mir, no solo han aparecido en las páginas del Telegraph sino también en Algunos casos también escritos para el documento. El Consejo de Artes de Inglaterra también señala que TGLA envió seis agentes a la industria editorial convencional, uno de los cuales ha sido preseleccionado para el Agente Literario del Año. "El impacto de estos logros significativos se sentirá en todo el sector, y por el público, durante muchos años", dijo el portavoz.