Johnson is an old-fashioned working-class autodidact of the kind that British pop used to churn out by the bucketful. No A-levels, no degree, just a mind that would not sit still, and a thirst to see the world on his terms. He emerged into a late-Seventies London of grime and grease, when Soho was still dangerous (he remembers, in his teens, being attacked by two men with the intention of dragging him off to appear in porn), and when the city was still lower. I grew up believing music could change the world. I don’t have that misconception any more He lives in east London not because he wants to pay over the odds for a yak milk macchiato, but because he’s an east Londoner. He gestures out across the skyline with dismay, at the way it blocks the light and obscures old buildings; he’s been an active campaigner at local council meetings against untrammelled development. The notion of Shoreditch as an epicentre of hipdom does not appeal. “During the daytime, it’s better,” he says. “It’s quite lively. But nighttime is the problem, because of all the nightclubs. You have all the booze tourists that descend on the area and just piss, vomit and graffiti. We went from having something like 15 pubs to 350 bars.” He knows he sounds like a grumpy old man – the phrase “nighttime economy” drips from his lips with acid – and he speaks of wanting to avoid nostalgia, but the love he has for London comes from having grown up in it. He wants to see what is worthwhile and familiar to him preserved. “But it’s perpetual, isn’t it? No matter: we all have that little, brief moment in time where we know a certain area we live in, and we get very attached to it, and very deep memories and experiences intimately attached either to the area or the people,” says Johnson, who awoke to the traps of his own nostalgia after reading a book about New York in the 1940s by EB White, complaining about what had disappeared. It made Johnson realise how he might sound.

Johnson es un autodidact de clase trabajadora del tipo que el pop británico solía producir por el cubo. No hay niveles A, sin título, solo una mente que no se quede quieta, y la sed de ver el mundo en sus términos. Se emergió en un Londres de Grime and Grease de finales de los setenta, cuando Soho todavía era peligroso (recuerda, en su adolescencia, siendo atacado por dos hombres con la intención de arrastrarlo a aparecer en el porno), y cuando la ciudad estaba quieta más bajo. Crecí creyendo que la música podría cambiar el mundo. Ya no tengo ese error Vive en el este de Londres, no porque quiera pagar las probabilidades de un MacChiato de leche de Yak, sino porque es un londinense del este. Él hace un gesto a través del horizonte con consternación, en la forma en que bloquea la luz y oscurece los viejos edificios; Ha sido un activista activo en las reuniones del consejo local contra el desarrollo sin trabas. La noción de Shoreditch como epicentro de Hipdom no apela. "Durante el día, es mejor", dice. "Es bastante animado. Pero la noche es el problema, debido a todos los clubes nocturnos. Tienes todos los turistas de bebidas que descienden en el área y solo mean, vomitar y graffiti.Pasamos de tener algo como 15 pubs a 350 bares ". Sabe que suena como un anciano gruñón, la frase "economía nocturna" gotea de sus labios con ácido, y habla de querer evitar la nostalgia, pero el amor que tiene por Londres proviene de haber crecido en él. Quiere ver lo que vale la pena y familiar para él conservado. "Pero es perpetuo, ¿no? No importa: todos tenemos ese pequeño y breve momento en el tiempo en el que conocemos un área determinada en la que vivimos, y nos apegamos mucho, y recuerdos y experiencias muy profundas íntimamente atribuidas al área o a la gente ", dice Johnson , que se despertó con las trampas de su propia nostalgia después de leer un libro sobre Nueva York en la década de 1940 de EB White, quejándose de lo que había desaparecido. Hizo que Johnson se diera cuenta de cómo podría sonar.