Voters are furious at stories such as the chicken nuggets case, but the Government refuses to do much about it. Nothing changes, regardless of who they vote for. The ECHR is sacrosanct, a pseudo-constitution, outside of the political sphere, with anybody who dares to question the status quo beyond the pale. The ongoing Blairite project of the past 28 years helped empower a Blob that governs in the same way regardless of who is in office. The situation in America is similar to that in Britain, but Donald Trump gets it and has a plan to fix it. He appointed judges keen to return to a more literal reading of the constitution during his first term, forcing elected state and federal politicians to start taking responsibility again. Trump II will turn his sights onto the second, great pathology eating away at democracy: the emergence of an administrative state, replete with agencies and quangos, that believes that it is morally and legally entitled to ignore the entreaties of the executive. It is an unconstitutional fourth branch of government, and Trump wants to subsume it back into the executive branch he runs. The reason he hired Elon Musk to take a chainsaw, Javier Mieli-style, to the federal government wasn’t just to save money: it was also a declaration of war against the Blob. Musk put it perfectly: “If there’s not a good feedback loop from the people to the government, and if you have rule of the bureaucrat, then what meaning does democracy actually have?” Kemi Badenoch and Nigel Farage need to learn the right lessons. Badenoch has been too cautious on the ECHR. She needs to commit to leaving – and also to quitting other international bodies, including various UN conventions and the ICC. The Government, not the courts, must be able to choose which immigrants are let in. Farage’s challenge is to demonstrate that he could conceive and execute a Trump-style plan to destroy the Blob on Day One, and that he would be able to recruit senior outsiders to help with the gargantuan task of purging and reconstructing the state. We will soon find out whether we are living through the last gasp of a dying, authoritarian, elitist technocratic regime, or whether Britain’s democracy is truly finished.

Los votantes están furiosos por historias como el caso de Chicken Nuggets, pero el gobierno se niega a hacer mucho al respecto. Nada cambia, independientemente de para quién voten. El CECH es sacrosanto, una pseudo-constitución, fuera de la esfera política, con cualquiera que se atreva a cuestionar el status quo más allá del pálido. El proyecto Blairite en curso de los últimos 28 años ayudó a empoderar a una gota que gobierna de la misma manera, independientemente de quién esté en el cargo. La situación en Estados Unidos es similar a la de Gran Bretaña, pero Donald Trump la entiende y tiene un plan para solucionarla. Designó a los jueces interesados ​​en regresar a una lectura más literal de la Constitución durante su primer mandato, lo que obligó a los políticos estatales y federales elegidos a comenzar a asumir la responsabilidad nuevamente. Trump II cambiará su mira a la segunda, gran patología que se puede comer a la democracia: el surgimiento de un estado administrativo, repleto de agencias y quangos, que cree que tiene derecho moral y legal a ignorar las súplicas del ejecutivo. Es una cuarta rama inconstitucional del gobierno, y Trump quiere subsumirla nuevamente en la rama ejecutiva que dirige. La razón por la que contrató a Elon Musk para que tomara una motosierra, al estilo Javier Mieli, al gobierno federal no fue solo para ahorrar dinero: también fue una declaración de guerra contra la gota.Musk lo expresó perfectamente: "Si no hay un buen circuito de comentarios de la gente al gobierno, y si tiene la regla del burócrata, ¿qué significado tiene realmente la democracia?" Kemi Badenoch y Nigel Farage necesitan aprender las lecciones correctas. Badenoch ha sido demasiado cauteloso en el CEDH. Ella necesita comprometerse a irse, y también a dejar de otros organismos internacionales, incluidas varias convenciones de la ONU y la CPI. El gobierno, no los tribunales, debe poder elegir en qué inmigrantes se les permite. Los extraños senior para ayudar con la gigantesca tarea de purgar y reconstruir el estado. Pronto descubriremos si estamos viviendo el último jadeo de un régimen tecnocrático elitista moribundo, autoritario y elitista, o si la democracia de Gran Bretaña está realmente terminada.