Freedom of religion, though hard-won and often contested, has become a defining aspect of our constitutional history. But the liberal values that underpin our society might well be upended if two-tier policies persist and multiculturalism wins out over equal citizenship; we could very well find ourselves sleepwalking into a future in which religious conflicts become significant drivers in the political sphere. It is already happening. The Labour Government, eager to win back Muslim voters who were alienated by its supposedly soft stance on Israel, is persisting with its plans to adopt an official definition of “Islamophobia”. This slippery term is regularly applied to those who exhibit genuine anti-Muslim hatred. But it is also often used against those who simply exercise their right to criticise or ridicule a belief-system that they do not share. Fiyaz Mughal, founder of Muslim support service Tell Mama, has warned that this will be tantamount to a “blasphemy law by the back door”. The group has launched a campaign to oppose the Government’s plan called “Keep the Law Equal”. For many believers, religious authoritarianism has an obvious appeal. This woke movement did not represent an equivalent threat because it was only ever endorsed by a small minority of the public. The statistics are unequivocal. Polling data reported by the Economist found that support for woke causes began to grow in 2015, peaked in 2021, and has been steadily dropping ever since. A recent study by the think tank More in Common revealed that those who fulfil the definition of “woke” comprise between eight and ten per cent of the UK population. These were the faddish “luxury beliefs” – to use a term coined by the American sociologist Rob Henderson – of the ruling class, imposed from the top down. We will soon discover whether the vacuum left by woke will be occupied by a new form of intolerance, one driven by religious rather than “intersectional” convictions. This could be avoided with a steadfast commitment to equality before the law and an end to two-tier protocols that patronise immigrants and native-born citizens alike. Successive governments have failed to uphold our fundamental values. If this trend continues, it may be that the culture war could evolve into something even more destructive.

La libertad de religión, aunque dura y a menudo disputada, se ha convertido en un aspecto definitorio de nuestra historia constitucional. Pero los valores liberales que sustentan a nuestra sociedad bien podrían ser volcados si las políticas de dos niveles persistan y el multiculturalismo gana sobre la igualdad de ciudadanía; Podríamos encontrarnos el sueño en un futuro en el que los conflictos religiosos se convierten en conductores significativos en la esfera política. Ya está sucediendo. El gobierno laborista, ansioso por recuperar a los votantes musulmanes que fueron alienados por su postura supuestamente suave sobre Israel, persiste con sus planes de adoptar una definición oficial de "islamofobia". Este término resbaladizo se aplica regularmente a aquellos que exhiben odio anti-musulmán genuino. Pero también se usa a menudo contra aquellos que simplemente ejercen su derecho a criticar o ridiculizar un sistema de creencias que no comparten. Fiyaz Mughal, fundador del servicio de apoyo musulmán Tell Mama, advirtió que esto será equivalente a una "Ley de Blasfemia junto a la puerta trasera". El grupo ha lanzado una campaña para oponerse al plan del gobierno llamado "Mantener la ley igual". Para muchos creyentes, el autoritarismo religioso tiene un atractivo obvio. Este movimiento de despertar no representaba una amenaza equivalente porque solo fue respaldado por una pequeña minoría del público. Las estadísticas son inequívocas.Los datos de encuestas informados por el economista encontraron que el apoyo a las causas del despertar comenzó a crecer en 2015, alcanzaron su punto máximo en 2021 y ha estado disminuyendo constantemente desde entonces. Un estudio reciente del grupo de expertos más en común reveló que aquellos que cumplen la definición de "despertar" comprenden entre el ocho y el diez por ciento de la población del Reino Unido. Estas fueron las "creencias de lujo" faddish, para usar un término acuñado por el sociólogo estadounidense Rob Henderson, de la clase dominante, impuestas de arriba hacia abajo. Pronto descubriremos si el vacío dejado por Woke estará ocupado por una nueva forma de intolerancia, una impulsada por convicciones religiosas en lugar de "interseccionales". Esto podría evitarse con un compromiso firme con la igualdad ante la ley y el fin de los protocolos de dos niveles que patrocinan a los inmigrantes y a los ciudadanos nativos por igual. Los gobiernos sucesivos no han podido mantener nuestros valores fundamentales. Si esta tendencia continúa, puede ser que la guerra cultural pueda evolucionar hacia algo aún más destructivo.