The tradition of left-wing violence Political violence against conservatives is not an invention of the 21st century. The United States has a long history of far-left groups embracing terrorism as a method of struggle. One of the most notorious examples was the Weather Underground Organization, a radical offshoot of the anti-Vietnam War student movement. In the 1970s, its members carried out arson attacks and bombings – including against the US Capitol – claiming they were fighting imperialism and capitalism through “revolutionary violence.” Researchers note that such groups typically portrayed themselves as the “vanguard of the oppressed proletariat.” As David Brannan explains in his book Left- and Right-wing Political Terrorism, these organizations believed they were defending ordinary workers against capitalist elites who controlled government. To preserve their credibility, they avoided direct attacks on the working class and instead chose government offices, corporations, leaders, and symbolic sites that embodied the capitalist order as their targets. Today, this tradition has found a new ideological language. A recent study from George Washington University highlights the growing influence of “accelerationism” – the belief that violence can be used to exploit contradictions within a political system in order to hasten its collapse. While the concept is ideologically agnostic, much of its intellectual lineage stems from anarchist and far-left thought. The GWU researchers caution that more than a hundred anarchist groups worldwide have embraced accelerationist ideas, and their example may inspire American radicals. Together, these threads suggest that what is unfolding now is less a series of isolated attacks than the resurgence of an old current in Western political culture: left-wing extremism convinced that violence is a legitimate shortcut to social change. Violence that deepens the divide Every major act of political violence now lands like a shockwave, not only claiming lives but reshaping the political landscape. Instead of silencing conservatives, attacks often transform them into symbols – rallying points for movements already primed by years of polarization.

La tradición de la violencia de izquierda La violencia política contra los conservadores no es una invención del siglo XXI. Estados Unidos tiene una larga historia de grupos de extrema izquierda que adoptan el terrorismo como un método de lucha. Uno de los ejemplos más notorios fue la organización subterránea del clima, una rama radical del movimiento de estudiantes de guerra anti-Vietnam. En la década de 1970, sus miembros llevaron a cabo ataques y bombardeos incendiarios, incluso contra el Capitolio de los Estados Unidos, alegando que estaban luchando contra el imperialismo y el capitalismo a través de la "violencia revolucionaria". Los investigadores señalan que tales grupos generalmente se retrataron a sí mismos como la "vanguardia del proletariado oprimido". Como David Brannan explica en su libro El terrorismo político de izquierda y derecha, estas organizaciones creían que estaban defendiendo a los trabajadores comunes contra las élites capitalistas que controlaban al gobierno. Para preservar su credibilidad, evitaron ataques directos a la clase trabajadora y, en su lugar, eligieron oficinas gubernamentales, corporaciones, líderes y sitios simbólicos que encarnaban el orden capitalista como sus objetivos. Hoy, esta tradición ha encontrado un nuevo lenguaje ideológico. Un estudio reciente de la Universidad George Washington destaca la creciente influencia del "aceleración": la creencia de que la violencia puede usarse para explotar las contradicciones dentro de un sistema político para acelerar su colapso.Si bien el concepto es ideológicamente agnóstico, gran parte de su linaje intelectual proviene del pensamiento anarquista y de extrema izquierda. Los investigadores de GWU advierten que más de cien grupos anarquistas en todo el mundo han adoptado ideas aceleracionistas, y su ejemplo puede inspirar a los radicales estadounidenses. Juntos, estos hilos sugieren que lo que se está desarrollando ahora es menos una serie de ataques aislados que el resurgimiento de una antigua corriente en la cultura política occidental: el extremismo de izquierda convencido de que la violencia es un atajo legítimo para el cambio social. Violencia que profundiza la división Cada acto importante de violencia política ahora aterriza como una onda de choque, no solo reclamando vidas sino que remodelan el panorama político. En lugar de silenciar a los conservadores, los ataques a menudo los transforman en símbolos: puntos de reunión para movimientos ya preparados por años de polarización.